
He llorado por mi maestro...
Si conocierais el don que le otorgó Dios,
y los ¡Olés!
Esos olés tan tremendos...
los que retumban desde el cielo cuando torea José...
Si pudierais oír las ovaciones celestiales de los Ángeles...
Y verle a él,
En medio de la plaza,
Sin un solo movimiento..
Sin un gesto...
Como una escultura forjada por Dios…
Si pudierais ver desarrollarse ante vuestros ojos,
Los horizontes de su deslumbrante tauromaquia...
Los campos de espigas negras...
Los senderos de luz en los que renace en cada pase...
Si por un instante pudierais contemplar,
como lo hago yo,
con los ojos del alma,
la verdadera belleza ante la cual,
todas las demás bellezas empalidecen...
Tú que has visto a José...
Tú sabes lo que hablo…
Yo he temblado en tu país de luces y sombras José…
Créeme...
Cuando la muerte regrese otra vez a romper tus ligaduras,
Como las rompió en Aguascalientes,
encadenaré mi corazón a tu alma...
Otra vez…
Que me lleven contigo...
Navegando en tu tauromaquia de vértigo…
Cuando llegue ese día,
volverás a verme.
Sentirás que te sigo rezando,
que te ensalcé...
Encontrarás mi corazón refulgiendo...
con toda ternura purificada por tu tauromaquia.
Volverás a verme en transfiguración devota,
en éxtasis ritual…
Jamás esperando la muerte,
sino avanzando contigo…
Para que me lleves de la mano por senderos nuevos...
de luz y de vida…
¡Qué grande eres José!