
Vuelvo al ruedo por ti,
yo,
Lamborghini…
A este ruedo emocionante…
Por ti, a este ruedo desgarrante…
¡Ay!,
¡con más daños que arrojo!
José,
¡Oh, gran torero entre negras Dalias¡
¡Compongamos un grandioso cartel!
! Una imposible y gran corrida!…
la más grande de nuestra vida…
Te propongo virtud de Galapagar,
tú, virtud de la vida,
el único espada…
Con tu traje de jardín de oro...
Yo,
Ignacio Lamborghini,
el toro…
Y tú José,
mi querido maestro,
el matador...
El más auténtico de todos los toreros.
ResponderEliminarAbrazo enorme para José Tomás.
Ni José Tomás, ni tú, tenéis que volver, si nunca os marcháis, si estáis escritos en el lado izquierdo, allá donde todo palpita.
ResponderEliminarSiempre estáis, a flor de piel, en las cicatrices, en las emociones, en las palabras. Él en vertical, sobre una peana de albero, poderoso, soberbio, sobrenatural, inmenso; tú en las suaves curvas que traza la tinta de tu alma, en el cristal transparente de tu estómago.
Yo te veo, yo te abrazo, yo te leo, yo te descifro. Yo también te quiero, Lamborghini. :)
No sé qué decir... Gracias, es precioso cómo escribes las sensaciones de los toros.
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