Sentía un run run en mi cabeza...
Los aficionados venían y venían...
El rito se iba abriendo paso en mi ser...
Ya estaban todos sentados, en silencio...
Fue entonces cuando la liturgia resonó con fuerza,
en lo más profundo de mi espíritu...
Redoblaron timbales en mi piel,
y se clavaron como saetas los clarines en mi alma...
Mi mente ya estaba embriagada por los colores de la tarde...
Sonó un crujido que me atravesó por dentro...
Era el cerrojo del patio de cuadrillas...
Mi cuerpo ya estaba entregado al rito...
Comenzaron a repicar en mi interior,
los más bellos sonidos de otros mundos...
Sonó el pasodoble la Gracia de Dios...
Tan puro, tan inmenso...
Y por el oscuro patio de cuadrillas,
Aparecieron relucientes tres toreros.
La foto, tan bella, es de Michael Crouser, un maestro tras el objetivo de la cámara. A él, muchas gracias!!
Pasión taurina!
ResponderEliminarTus letras rozan el alma.
Me he sentido muy bien leyendo esta poesía, pero que muy bien. Enhorabuena Lamborghini.
ResponderEliminarY de ahí, toro bravo, a la gloria, sólo un pasito, para convertirte en una leyenda viva sobre la arena, para que todos te recordemos cuando ya hayas muerto.
ResponderEliminarUn beso, Ignacio.